sábado, 20 de abril de 2013

Capitulo 53.

El viento otoñal hizo que el camino hasta el centro de Londres fuera más largo. Me detuve en la puerta de la casa de mis padres, esa casa que sintió la ausencia de nuestra familia entera.
Al entrar, sentí el aroma a polvo, a tiempo, a olvido... Subí las escaleras y encendí la luz del salón, seguía estando todo igual, la única diferencia eran los montones de papeles que habían en todas partes. Me acerqué  al comedor dónde vi muchas más cajas llenas de papeles, carpetas de colores con distintas etiquetas con distintos temarios. No quise verlos, solo quería descansar, sentarme en mi vieja cama y quedarme ahí el tiempo que tardase en tener a mis hermanos.
Pero mi instinto de limpieza pudo conmigo, fui a mi antigua habitación y encendí la luz, no recuerdo la hora que era pero no había amanecido. Antes de alarmarme al ver que en mi cama no solo faltaban sábanas si no que había un invitado de más, quité la manta que lo tapaba y la figura de Mike durmiendo me estremeció. Por un momento me hubiera tumbado a su lado, y hubiera recobrado el calor perdido del paseo que me hube dado. Pero mi enfado con el mundo pudo con todo lo demás.
Lo zarandeé con todas mis fuerzas diciendo su nombre en alto, no hubo manera de despertarlo hasta que lo tiré de la cama. Cuando vi que su cara cayó contra el suelo, le intenté ayudar.
-¡Lo siento! ¿Estás bien?
-Ah...Joder, ¿qué hora es? - dijo medio dormido.
-No sé, ¿estás bien? - al darme cuenta de que era mi casa, me puse en pie y puse mis manos en mi cadera, le miré hasta esperar a que su mirada se cruzará con la mía.- ¿Qué se supone que estás haciendo aquí?
Se levantó a duras penas del suelo, y se sentó en la cama. Se pasaba la mano por la nariz mientras me miraba, no llevaba camiseta por lo que irremediablemente me provocó un escalofrío.
-El señor Quendeck me dio su llave, mis padres... bueno, resumiendo que no tengo otro lugar dónde dormir.  Si te parece mal, me buscaré otro sitio.
-Oh, por supuesto que te vas a buscar otro lugar.
Planteé el orden de mi palabras, y me resultó muy duro haberle dicho aquello, se suponía que él era mi amigo, y más que eso, él había encontrado a mis hermanos, según el señor Quendeck, claro. Pero, ¿que debía hacer? No pude contener a mi intuición, así que sin esperar a que el dijera algo o se moviera, empecé a hablar.
-Lo siento, he...he pasado un mal día, mañana traeré mis cosas, seguro que en la cama de mi hermano estarás cómodo, lo siento, de verdad.
-¿Tus cosas? ¿Qué ha pasado?
-Nada, no te preocupes, si no te importa quiero dormir en mi cama.
Asintió y se marchó, yo iba detrás de él para cerrar la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, se me acercó, casi tan cerca que pude oír a la perfección su respiración.
-Estaré en el sofá por si necesitas algo.

Supongo que esto es Urgencias, u observaciones, ya que es una sala pequeña y la camilla en la que estoy tumbada es mucho más incómoda que la que tienen todas las habitaciones de un hospital. Llevo unos pantalones de color rosa, supongo que son de Reneé, por lo que advierto que ha estado aquí. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Me pongo en pie cuando oigo que la puerta se abre.
-Siéntese, señorita Dayle. Tenemos mucho de qué hablar - dice un hombre con bata blanca y que supongo que es el médico -, lo primero de todo, ¿qué tal se encuentra?
-Pues muy bien, pero... ¿dónde están todos?
-A que se refiere, ¿con todos?
-Pues, mis hermanos, mi prometido, mis amigos...
-Ellos están bien, ahora centrémonos en usted. Veo que esta mucho más delgada, según sus amigos e incluso su prometido.
-¿Delgada? ¿A dónde quiere llegar?
-Ha estado inconsciente durante un par de horas, eso no es algo normal en una persona sana.
-Si quiere decir que si tengo algún trastorno alimenticio, se está equivocando. - me sudan las manos - Estos últimos días he estado un tanto nerviosa, y puede que me saltara alguna comida, pero no conscientemente.
-Bueno, debido a su buena escusa, no me queda otra que darle el alta y...
-Perdone, pero no es ninguna escusa, es la verdad.
-Le creo, los nervios de la boda y esas cosas, mi mujer paso por lo mismo, aunque nunca se desmayó antes de nuestra boda. -pone el bolígrafo en la barbilla y me mira - Espere fuera mientras firmo estos papeles.
Sin despedirme salgo de la habitación y veo a Bill con una camisa blanca mordiéndose las uñas, los quince años le han sentado de maravilla, por otro lado a mi hermana todavía se le ve como un niña, con un vestido de color naranja y una diadema amarilla clara. Cuando me ven, corren hacia mí y yo no puedo evitar sonreír.
-Nos habías asustado, el médico nos ha estado preguntando si te mareabas continuamente, ¿estás embarazada? - me pregunta mi hermana.
-¡Emma! ¿Cómo eres capaz de relacionarlo? - inconscientemente miro a Bill quien parece realmente nervioso - No lo sé, pero lo dudo, me lo habría dicho el médico, ha sido un bajón de tensión.
-Liam está en la cafetería, nos ha dicho que cuando salgas te llevemos.
Sigo a mis hermanos por detrás. ¿Embarazada? ¡Qué tontería! Lo único que creo, es que ha sido una señal de que no debí decidir casarnos tan pronto. A fin de cuentas, ambos somos jóvenes y mis hermanos aún me necesitan, tendré que hablarlo con él. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Capitulo 52.

Abrí los ojos en el preciso momento en el que la punta de la cuchilla atravesó mi muñeca, una sola gota de sangre recorrió mi mano cuando me di cuenta de la atrocidad que me disponía a hacer.
Tiré la cuchilla al lavabo y respiré hondo, intenté calmar mi pulso, calmar mis lágrimas... Abrí el grifo y me limpié la poca sangre que hube derramado. Oí, entre llantos, que tocaban la puerta del baño.
-Eva, ¿podemos hablar?
Intentando deshacer el nudo de mi garganta y quitándome las lágrimas de la cara, respondí:
-En seguida salgo, a...ahora hablamos.
El agua corría por mis brazos, y pude ver que no era más que un mísero punto lo que me había hecho en la muñeca. Me alegré más al ver que ya no expulsaba ni una gota de sangre, me lavé la cara y con la primera toalla que encontré me sequé. Una última vez, me miré en el espejo y volví a echar a llorar, mi cara no podía estar mas roja, mis ojos no podían estar más húmedos, mi culpa no podía estar más presente...
-Eva, voy a entrar. - oí detrás de la puerta, después, unos golpes hicieron que el picaporte saliese por los aires.
No estaba él solo, Niall se mantuvo detrás. Pero quién se acercó primero fue Harry, quiso acariciarme la mano, la cual yo aparté por acto reflejo.
-Harry, quiero hablar con ella primero, ¿vale? - mientras sus ojos estaban clavados en mí, vi como asintió.
Una brisa fría y perfumada me hizo saber que ya se había ido, los brazos de Niall me sacaron del baño y me sentaron en la cama. Él se sentó al lado mío, me rodeó con sus brazos y yo empecé a llorar como una niña pequeña, ¿no se suponía que sería el día más feliz de mi vida? Había encontrado el paradero de mis hermanos, mejor dicho, lo había encontrado Mike. ¿Que hacía llorando? De repente era como si todo se me hubiese venido encima en ese momento, me aferré a la idea de no tener a mis padres, me aferré a la idea de que la confianza depositada no me había servido de nada, me aferré a creer en que siempre me mentían, en que siempre la que acababa en dolor y lágrimas, era yo. ¿Tenía la culpa de todo? ¿Por qué?
-¿Por qué? - dije al fin.
Con algo de fuerza me incorporé, quería mirarle a los ojos, por lo menos él nunca me había fallado, sentía cierta seguridad a su lado, muchísima más que cuando estaba con Harry, o con cualquier otra persona.
Apoyé mi cabeza en el hueco de su cuello y sentí su calidez, él me acaricio la nuca y siseaba al mismo tiempo. Quise cambiar mi papel, quise ser una persona que consolara, no ser la débil que siempre necesitaba un hombro en cual llorar.
Respiré hondo, y me calmé. Aclaré mis ideas: no era ni la primera ni iba a ser la última vez que me fallaban, a fin de cuentas, yo también cometí errores, ¿quién va culparme por ello?
Me prometí a mi misma que nunca, en la vida, iba a sentirme decepcionada, que nunca iba a tirar todo por la borda solo por un sencillo momento de sufrimiento, porque el tiempo lo cura todo. O eso dicen...
La respuesta de Niall me devolvió al mundo real. Al mundo en el que, en ese preciso momento, era infeliz.
-Pequeña... la vida es así. Primero te da palos, luego, te vas construyendo.
-Creo que con tantos palos, voy a poder hacerme una mansión - dije entre cortas risas.
Me puso la mano en la barbilla, y me alzó la mirada.
-Sabes que nunca hemos querido hacerte daño, pero las circunstancias son las qué son. Harry es tonto de por sí.
Reí.
-No creo que sea él, el único problema.
-¿En serio? ¿Crees que eres tú? Vamos, Eva, nos has enamorado a todos, no por lo exterior, si no por como eres interiormente, por tu personalidad. Le ves el lado positivo a todo, ya no en tus problemas... ya que en esos temas siempre eres demasiado negativa, pero por lo demás - me limpió una lágrima -, te acercas más a la perfección que cualquier otra persona.
Antes de que pudiera decirle nada, oí como la puerta de la habitación se volvía a abrir. Cerré los ojos con fuerza y decliné la cabeza. Era hora de escuchar de su boca que era lo que estaba pasando. Carraspeó la garganta y como si fuese un susurro, habló.
-Claudia te esta esperando.
-Sí, claro - me dio un beso en la frente y me sonrió -, tranquila, ¿vale? Todo va salir bien.
Y como un suspiro se marchó.
Esperando en cualquier momento que Harry ocupase el lugar que hacía segundos ocupaba Niall, cogí fuerzas para asumir lo que iba a pasar.
El sonido de la puerta al cerrarse me aceleró el corazón, ¿como iba a tomármelo? Ya me había dicho que no era necesario derramar más lágrimas, para adelante, ¿no? De alguna manera o de otra, me iba a afectar, lo único que quería, era hacerlo ameno. No es que estuviera acostumbrada, pero la primera vez que me engañaron me lo tomé muchísimo peor, sin salir de mi casa, encerrada en mi habitación, lo único distinto que había, era que la primera vez... la primera vez estaban mis padres.
-Perdóname - dijo entrecortadamente -, por favor, perdóname.
Sus fuertes pisada se acercaron y se arrodilló ante mí, tenía los ojos rojos, incluso más que los que estaban los míos. Por un momento hubiera hecho de tripas corazón y habría olvidado todo, pero sabía que eso siempre iba a estar ahí, y de algún modo tenía que pararlo.
-Por favor, Eva, te juro que no significó nada, te juro que yo solo te...
-Me has jurado demasiado, Harry.
Mi voz estaba ronca, apenas la distinguí.
-Es hora de que dejes de jurar, y simplemente te prometas que es lo que quieres hacer, y con quién lo quieres hacer. Yo... yo no puedo hacer más..
-No, por favor, no, escúchame, no me dejes, no, no, no sé que haré si tú no estás conmigo, estaré..
-Estarás con otra, no te hace falta buscar, ellas te encuentran.
Dejándolo arrodillado, a los pies de la cama, me levanté despacio y salí de la habitación.

¿Qué habría pasado si hubiera hecho de tripas corazón? Es la pregunta que me llevo haciendo desde aquel día, por lo demás ya no me arrepiento de lo que sucedió después.