miércoles, 15 de agosto de 2012

Capitulo 1.

Era por la mañana, cerca de las 5, oí a mi hermana llorar, y me fui a la cocina a prepararle el biberón, la acuné un poco y se durmió otra vez. Me encantaban sus rizos rubios, idénticos a los de mi madre, por otro lado mi hermano se parecía mas a mi padre, cómo yo. Cabello de color castaño y completamente liso, su nariz era igual de fina que la mía, y los tres compartíamos la misma tez blanquecina de mi madre.
Parte de mi sueño se había acabado así que decidí quedarme con ellos en la antigua mecedora de mi madre, viendo poco a poco como empezaba el día mas triste de mi vida. Había pasado ya un año desde que murieron mis padres, y ese día, era un día de culpabilidad.
Mi tía tenia nuestra custodia, ya que a mi me faltaban meses para cumplir los dieciocho, y estaba averiguando por medios desconocidos si en el momento de ser mayor de edad, podía pedir yo su custodia. Algo ilógico que me la diesen, ya que una chica, de casi 18 años, sin trabajo y con una única experiencia laboral, que era mas doméstica que otra cosa, se suponía no podía mantener a dos niños menores...
Los primero meses de la muerte de mis padres, no comí, no salí, ni si quiera quería ver a mis hermanos, me recordaban mucho a ellos, y me hacían sentir mucho mas culpable. Mi tía intentó animarme, pero no lo consiguió hasta que me hizo ver la realidad.
-¿Quieres, también, perder a tus hermanos?
-No - dije cayendo en qué había hablado sin quererlo.
- Bien, una respuesta - continúo ella de pie, con la misma mirada de conflicto que poseía-. Si no los quieres perder tienes que ayudarme, yo he conseguido dos trabajos a tiempo parcial, pero ¿sabes? alguien se tiene que quedar con ellos.
Ese fue el momento en que volví a la vida, por ellos, mis hermanos, ¿como no podía ver que en realidad me necesitaban? Qué habían perdido lo mismo que yo, que sin darme cuenta ellos también estaban sufriendo lo que yo sufría. Aunque claro, Bill tenia 3 años y Emma solo 1 año. Pero la falta siempre se hacía notar, ya no era mi madre la que iba en busca de mi hermana cuando lloraba, ya no era mi padre quién se sentaba en el sofá e insultaba a los jugadores del equipo contrario cuando veía el fútbol, ya no era yo la misma... Sí, mi casa se convirtió en auténtico cementerio.

Y esa mañana, teníamos que ir a otro cementerio, al cementerio de Highgate. Una misa, ¿para que queríamos una misa? ¿para recordar que están muertos? Eso no era de ninguna ayuda.
Eran ya las 7 de la mañana y fui a prepararle la ropa a mis hermanos, Bill tenia ya 4 años, aunque sus conocimientos y su comportamiento le hacía aparentar algún que otro año más, me decía que en el colegio le estaban enseñando todas las letras del abecedario. Y al final de todo, siempre me decía, que cuando supiera escribir muy bien, le escribiría una carta a papá y mamá. Eso siempre me hacia derramar alguna lágrima, pero tenia que ser valiente, no por mi, sino por ellos.

"Eres una inútil" Eso fue lo último que le dije a mi madre. Se suponía que me iba a coser una falda que me había comprado en una feria, pero no pudo con la tela, y se acabo descosiendo toda la parte de atrás, estaba tan enfadada que fueron las primeras palabras que se me cruzaron por la cabeza, la inútil era yo. Por la tarde quería darme la sorpresa de cogerme otra falda, y se fue con mi padre.
Lo único que nos dieron en el hospital, fue una bolsa de papel con la falda dentro, y el collar que le regale a mi madre por su cumpleaños, lo demás estaba quemado, junto con ellos. Intentaron curarle las quemaduras al instante, poniéndolos en hielo, y no se qué más cosas, pero ya era bastante tarde...
No lloré cuándo mi tía me abrazó con fuerza, diciéndome que ya nos las arreglaríamos, no lloré en su entierro, no lloré en los dos meses que estuve sin comer y sin hablar. Entre en shock, ¿y quién no? Fue mi culpa. Fue completamente mi culpa. Si no me habría quejado ella no habría cogido el coche, y no se habría estrellado contra ese maldito camión, no habría salido en llamas...
Cambié a mis hermanos adormilados, y cogimos un taxi hasta la iglesia donde se celebraba la misa de mis padres, acabado esto, mi tía se llevo a mis hermanos al cementerio.
-Tranquila, puedes irte, yo iré con ellos.
-Eva ¿porque no quieres venir?
-Bill, no es que no quiera ir -  me agaché para acomodarle la chaqueta negra que llevaba puesta - es que no...
-Tu hermana tiene que ir a hacer unas compras, ¿de acuerdo? Luego la vemos en casa.
Sonreí a mi tía, y me despedí de mis hermanos.
Caminé y caminé sin llevar ninguna dirección, estaba asimilando cuántos pésames me habían dado durante toda la mañana, cuántas miradas con lástimas me habían observado, 'un año, no me lo puedo creer' pensaba.
 Hasta que acabé en un parque, el parque dónde me llevaba mi padre a volar cometas, dónde me cogía en brazos para que la cometa estuviera a más altura. Nunca pudo llevar a mi hermanos, nunca podrá.
El abrigo negro que llevaba me mantenía caliente, pero quería sentarme en el césped, y el pantalón blanco lo pagaría caro si no me sentaba encima. Todavía llevaba la bufanda negra sobre el cuello, colgando por mi pecho, y el gorro que me compró mi padre, adornaba mi cabeza. Empecé a llorar desconsoladamente, ese fue mi momento de tristeza, no de culpa, si no, de haberme dado cuenta de que había pasado un año, de no tenerlos a mi lado, de no sentir sus caricias cuando las necesitaba, e incluso sus gritos cuando hacia algo mal.
Ni si quiera tenia amigos en ese momento, para compartir mi sufrimiento. Sus llamadas y sus continuas visitas después del funeral de mis padres, fueron escaseando, los perdí al mismo tiempo que perdí a mi padres, lo perdí todo con ellos, excepto mis hermanos, ellos eran lo único que me quedaba, lo único que me hacía no decaer en depresión.

De repente empezó hacer viento, helado, y deshice como pude la bufanda para taparme un poco los hombros. Entre mis desmesurados movimientos en intentar no pasar mucho frío, el viento se llevo mi gorro, me toqué la cabeza incrédula de que no estaba. y me levanté, sacudí la chaqueta y me la puse. Corrí por todo Waterlow, era bastante grande, todavía seguía con los ojos llorosos, y veía un poco borroso, pero lo reconocí,  reconocí mi gorro, reconocí su color, su textura, excepto a quién lo llevaba puesto.
Y fue entonces cuando los vi.
Me acerqué corriendo, me faltaba aire, y apoyé mis manos en mis rodillas para descansar antes de pedirle lo que era mio. Estaba justo detrás de los cinco, cuando uno se giro y me dijo.
-Tenemos una fan acechándonos
Todos se giraron y vieron mi falta de aire, no sentía vergüenza, ellos habían cogido mi gorro, ellos tenían que tener vergüenza ¿no?
-¡Dámelo!
-Creo que no es una fan, Liam
Me acerque al que tenia mi gorro, y se lo quite de golpe.
-¿Era tuyo? - ya me había dado la vuelta para cuando lo dijo - Lo siento estaba en el suelo.
- No importa - le dije sin mirar atrás.
Para mi sorpresa sentí que ponía su mano en mi hombro intentando pararme, pero quité su mano de mi espalda y seguí mi camino. Aunque aceleré el paso y estuvo al lado mio.
-Espera, en serio, lo siento.
- Que no importa, de verdad, ¿me vas a dejar?.
-¿Has llorado?
Le mire desconcertada, 'A ti que mas te da' pensé.
Seguí caminando aun mas rápido, casi corriendo. Hasta que lo perdí de vista. Empece a tranquilizarme y a limpiarme la cara con el gorro, me lo puse en la cabeza y me dirigí a casa.
Cuando llegué mis hermanos ya habían comido, ¿había pasado tanto tiempo?
Efectivamente, eran casi las dos de la tarde, cuatro horas de frió, cuatro horas para soltar mi nudo de la garganta, cuatro horas que iban a ser las únicas de ese año en las que podría llorar... O eso creía.
Me quité la chaqueta, y sentí en uno de los bolsillos algo más pesado que las llaves, lo cogí, era un móvil, bastante caro. Se me callo al suelo, y lo cogí rápidamente. 
-Esto no es mío. - me dije a mi misma.
Empezó a sonar, y no sabía si responder o no, al fin y al cabo no era mi móvil, pero estaba en mis manos, y nadie reclamaba por el, así que contesté.
-¿Si?
-Nombre
-¿Que?
-Tu nombre.
-Eva, ¿tu eres...?
-El propietario del móvil.
-Lo siento, lo acabo de encontrar en mi bolsillo, le juro que ni si quiera sabia que estaba ahí.
-A las 7 de la tarde en la entrada del London Eye, ¿podrás ir no?
- Si, claro, ¿como se llama?
- Louis, Louis Tomlinson. Me reconocerás, ¿de acuerdo?
Sin esperar respuesta, colgó.
-No te voy a reconocer, si no te conozco.

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